Estar guapa y verse bonita es una cosa, y otra muy diferente, estar obsesionada con la belleza física. Para ello, muchas personas compran maquillaje de una forma compulsiva, tienen ropa en el armario que sólo se ponen en una ocasión, viven a dieta porque tener una talla 42 parece un drama para muchas personas.
La realidad es que la obsesión por la estética, muestra algo bastante lamentable. Y es que muchas personas no tienen la misma inquietud por fomentar su inteligencia, por cultivar sus aficiones y desarrollar todo su potencial. Sencillamente, en la vida no hay tiempo para todo y hay que dar prioridades a aquellas cosas que te llenan más.
Pero está claro que a mucha gente, lo que más le llena es verse fantástica ante el espejo. Al más puro estilo del mito de Narciso. La historia de un hombre que estaba tan obsesionado con su propia imagen que de tanto mirarse en el río se acabó ahogando.
La belleza física es agradable, pero sin duda, hay un mundo más emocionante más allá de ella. De hecho, la belleza física se vuelve vacía cuando no está respaldada por la solidez de un interior basado en valores y creencias éticas.
La obsesión por la estética es en parte consecuencia de una sociedad en la que la perfección física se traduce en una delgadez extrema en el caso de las mujeres. Como ejemplo, es suficiente observar a las modelos que trabajan en pasarela y que no reflejan para nada, el cuerpo de una mujer real, que tiene curvas y formas, como nos comenta Belén, directora del centro de estética en Granada Cocoon Imagen.
Hoy día los gimnasio están llenos, ojalá algún día estén igual de llenas las bibliotecas, las conferencias o todo aquello que está vinculado con la cultura. Como siempre, hay que encontrar el equilibrio, es decir, disfruta del culto al cuerpo sin obsesionarte. Porque tú eres mucho más que un físico.